El
hombre y ella
“Soñé que tú existías, en ese breve
espacio en donde solemos guardar nuestros deseos, sin saber diferenciar entre
la ficción y la realidad, sin embargo, el sentimiento es palpable, verdadero,
cierto, tan genuino como tu rostro, bello, atractivo, hermoso, que hace juego
con tus ojos adornadas con tu pestañas y cejas.
Si, Soñé que tú existías, tan veraz como
tu belleza y el perfume de tu aliento”.
Paulino Lucas Vázquez.
El hombre solía plasmar
sus ideas en la roca,
ella, en muchas ocasiones era su inspiración,
el hijo trataba de aprender, los hermanos miraban,
el cincel sonaba y el hombre le dijo a ella,
“soñé que tú existías, soñé que tú existías”.
ella, en muchas ocasiones era su inspiración,
el hijo trataba de aprender, los hermanos miraban,
el cincel sonaba y el hombre le dijo a ella,
“soñé que tú existías, soñé que tú existías”.
Ella sonreía a manera de
gratitud, mientras
alimentaba a su hijo y
hermanos,
el hombre trabajaba para ella y ellos,
habían creado su propio Edén,
ella era amable, ella era muy amable.
el hombre trabajaba para ella y ellos,
habían creado su propio Edén,
ella era amable, ella era muy amable.
El hijo trabajó la tierra,
los hermanos miraban,
el fruto creció, ellos
comieron,
la amabilidad fue heredada en la
espalda del hijo y ella exclamó,
“todos somos de todos, todos somos de todos”.
la amabilidad fue heredada en la
espalda del hijo y ella exclamó,
“todos somos de todos, todos somos de todos”.
Los hermanos repartieron
la tierra,
vivieron sobre la espalda
amable del hijo,
el hombre lo plasmó en la roca,
los hermanos dividieron los corazones,
ellos destruyeron el Edén, ellos destruyeron el Edén.
el hombre lo plasmó en la roca,
los hermanos dividieron los corazones,
ellos destruyeron el Edén, ellos destruyeron el Edén.
El hombre envejeció, ella
solía aún estar a su lado,
fueron buenos tiempos
hasta que se marchitó la última flor,
el hombre cerró los ojos, ella lo hizo después,
los hermanos siguieron mirando, el hijo plasmó su herencia en la piedra,
“aparté mis ojos para ti, aparté mis ojos para ti”.
el hombre cerró los ojos, ella lo hizo después,
los hermanos siguieron mirando, el hijo plasmó su herencia en la piedra,
“aparté mis ojos para ti, aparté mis ojos para ti”.
Paulino
Lucas Vázquez.
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